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Introduction: Cultivating intelligence in adolescence

DOI

10.22550/2174-0909.2780

Resumen

Decía Ortega y Gasset que el hombre excelente es el que se exige mucho a sí mismo, y esto cabría completarlo señalando que el lugar donde la mayor parte de quienes se inician en la vida aprenden a exigirse es la escuela, pues allí comenzamos a descubrir que no somos los príncipes del mundo ni los revoltosos a quienes siempre se ríen las gracias. Ahora bien, la escuela no es ajena al ambiente social en el que actúa, y hoy es obvio que nos movemos en una atmósfera de igualitarismo, en el que la excelencia tiende a mirarse con malos ojos, así como de sentimentalismo, hasta el punto de que se convierte en peligroso, por ejemplo, organizar una conferencia que advierta de las malas consecuencias de las drogas, no vaya a ser que se hieran los sentimientos de un alumno, hijo de un capo de la droga, actualmente encarcelado. A esto se suma que la sociedad ha dejado de interesarse por la verdad y la veracidad, de modo que la posverdad y la mentira campan a sus anchas, pues lo que realmente impera no es el saber sino el dinero, o, al menos, un bienestar asegurado por el Estado, aunque ello condujera a una mediocridad generalizada o a un recorte de las libertades ciudadanas.

Los males que se derivan de esta ola ideológica, y especialmente para quienes se desarrollan en niveles de la sociedad poco interesados en la cultura, son demoledores. Indudablemente, enfrentarse contra fuerzas dominantes no es tarea sencilla, pero nadie que tenga vocación educativa puede encogerse de hombros, sino que ha de preguntarse qué cabe hacer para que las nuevas generaciones no incurran en estos errores. Esta es una pregunta de especial relevancia para quienes están más relacionados con los adolescentes, pues el período entre los 12 y los 18 años tiene una gran fuerza en la configuración de la personalidad.

Este número monográfico de la revista española de pedagogía incluye trabajos que reflexionan sobre los contenidos de las enseñanzas más significativas en esas edades, ofreciendo pistas sobre cómo enseñar promoviendo el cultivo de la inteligencia, que no dejen a un lado el cultivo de la memoria sino el memorismo, pues somos enanos en los hombros de gigantes, lo que nos capacita para hacer avanzar el saber y para facilitar, también, una movilidad social gracias a la obtención de diplomas de estudio.

En efecto, T. S. Eliot, en unos conocidos versos, decía: «¿Dónde está la sabiduría, que hemos perdido en conocimiento? ¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido en la información?». Es urgente luchar contra la cómoda tentación de reducirnos al conocimiento de los datos, sin entrar en lo profundo de la realidad. Millán-Puelles señalaba que el ser humano se pregunta por el qué de las cosas, y a eso no cabe responder que ya lo captamos cuando las vemos. En efecto, ver es un primer paso, pero queremos avanzar entendiendo lo más profundo de las cosas, gracias al uso de la inteligencia, que algunos describen como la capacidad de intus-legere, de leer en el interior de lo que vemos.

Por ello, este monográfico aborda el cultivo de la inteligencia desde muy variados enfoques, que abarcan lo cognitivo, lo emocional y lo estético, lo moral, lo religioso, el ámbito de la educación sexual y de la educación física, etc., no limitándose a las enseñanzas escolares, sino acudiendo también a las responsabilidades de la familia. Así, puede decirse que cumple con el objetivo de ofrecer una perspectiva amplia y diversa sobre el tema tratado, analizándolo y escudriñándolo con detalle, arrojando luz pedagógica sobre sus diferentes dimensiones y abriendo nuevos horizontes de investigación y acción educativa. Al mismo tiempo, es pertinente destacar que sus 17 autores, que trabajan en 9 instituciones educativas distintas, no renuncian a tratar asuntos difíciles, sobre los que cabe discusión, propia tanto del ámbito académico como de las características de una sociedad democrática. Por ello, en su polifonía, los editores hemos puesto empeño en no dejar de abordar algunos de los retos más destacados que la pedagogía puede plantearse en la actualidad, cuyo estudio difícilmente puede terminar en the one best solution.

Este número comienza con un artículo de Joseph Renzulli, quien fundamenta teóricamente y desarrolla diversas ideas prácticas en relación con los grupos de enriquecimiento en las escuelas, definidos como espacios centrados en un aprendizaje de tipo inductivo e investigador, caracterizados por una gran exigencia que da como resultado un alto nivel de aprendizajes y el enfrentamiento con relevantes problemas reales actuales. Su propuesta se contrapone a un contexto en el que diversos factores han dado lugar a clases basadas en exceso en la prescripción, apagando tanto la creatividad docente como la llama del autodescubrimiento y la emoción de la búsqueda en los estudiantes. El profesor de la University of Connecticut entiende que el desarrollo intelectual no puede basarse exclusivamente en la transmisión de los contenidos fijados por las administraciones educativas y en su evaluación a través de exámenes tradicionales, sino que, sin despreciar esas actividades, debe equilibrarse con otro tipo de acciones que permitan la expresión y la iniciativa del profesor y los alumnos, de tal forma que sus criterios propios adquieran relevancia. Cuestiones como el mismo estilo de vida democrático de nuestras sociedades, defiende Renzulli, únicamente será posible si las escuelas, y de manera especial las situadas en zonas de menores recursos culturales y económicos, cultivan este tipo de capacidades vinculadas a la creatividad, la innovación, la iniciativa y el emprendimiento individual y colaborativo, que permitan la configuración de un número relevante de ciudadanos de diferentes clases sociales susceptibles de liderar sus propias comunidades.

A este artículo inicial, que orienta sobre los criterios que deben estar presentes en cualquier enseñanza, siguen diez trabajos que se ofrecen siguiendo analógicamente el orden tradicional de las enseñanzas clásicas. De ahí que se continúe con un trabajo sobre la enseñanza de la filosofía y el cultivo de la inteligencia. Su autor, José Antonio Ibáñez-Martín, es quien introdujo en el mundo de la educación española los conceptos de sentido crítico y de adoctrinamiento, que hoy vuelve a presentar desde una novedosa posición.

Resulta novedoso el trabajo de Luis Arenal, Director de Bachillerato del Colegio Tajamar, que indaga en las causas de la paulatina desaparición de las lenguas y culturas grecolatinas clásicas del curriculum, lo cual, a su juicio, no es ajeno a la mayor relevancia concedida al contexto sobre el texto, confundiendo así el medio con el fin. En efecto, aunque lo clásico tiende a alabarse públicamente por muchos, afirma este autor, pocos son los que los leen, y gran parte de los que lo hacen parecen no llegar a los profundos valores que han hecho merecer, precisamente, a estas obras, la denominación de clásicos perennes y atemporales. La historia o la gramática no son las principales enseñanzas que pueden ofrecernos los clásicos, según Arenal, sino que constituyen más bien únicamente los medios o herramientas que nos permiten descubrir los significados que se encuentran tras ellas y evitar así malinterpretaciones, por lo que no tiene sentido quedarse tan cortos en su estudio, recortando de esta manera la inmensa profundidad de los potenciales aprendizajes. De acuerdo con este punto de partida, propone un plan de lecturas gradual, reflexivo, con objetivos claros y las estrategias necesarias para que nuestros estudiantes sean capaces de acceder a los textos. Y este acceso será más fácil y sostenible en el tiempo cuando consigamos presentar significados relevantes y susceptibles de alcanzar un sentido para los adolescentes, más allá de la simplista memorización de nombres y fechas. El autor tiene una larga experiencia de cómo los adolescentes de todos los ambientes sociales vibran ante los textos clásicos, cuando son bien enseñados.

La capacidad de las matemáticas para el fomento del pensamiento, el razonamiento y la solución de problemas es estudiada por Fernando Blasco, de la Universidad Politécnica de Madrid, en un artículo que plantea ideas innovadoras, motivadoras e interdisciplinares para el aula de matemáticas. Encuentra en la curiosidad humana el impulso para resolver problemas entendidos en sentido amplio, que abarcan diferentes áreas y que no tienen siempre una única solución. Muestra el interés educativo de lo que califica como matemática recreativa, y realiza diversas propuestas dirigidas a estudiantes de altas capacidades, de entre 6 y 18 años, que vinculan esta disciplina con otras de carácter más artístico y a situaciones de la vida cotidiana, que requieren, además, capacidades de tipo comunicativo, instrumental o, podríamos decir, performativo. En el fondo de la cuestión planteada por este autor, se encuentra además el eje del razonamiento, de la indagación sobre las razones que explican los enigmas matemáticos, que debe acompañar al componente lúdico, misterioso y mágico de la actividad didáctica.

A continuación, Juan Luis Fuentes, de la Universidad Complutense de Madrid, propone pensar el asombro como una emoción clásica que puede realizar relevantes aportaciones para la educación actual y, más concretamente, en el camino del acceso a la sabiduría. Tras su delimitación conceptual, el autor explica algunas condiciones de posibilidad del asombro en un contexto donde se pone en tela de juicio la capacidad de sorprendernos, pues todo se tiende a presentar como esperable gracias a los avances tecnológicos. Estas condiciones nos remiten a una necesaria actitud humilde, al ejercicio de la gratitud, a la observación detenida del entorno o al descubrimiento del valor que posee en sí mismo, evitando instrumentalizaciones y visiones estrechas de la utilidad. Y finalmente, propone tres líneas de acción que invitan al descubrimiento de lo bueno, lo bello y lo verdadero, a una visión diferente del entorno natural, más profunda y sosegada, y a una adaptación de los ritmos vitales, especialmente en aquellos ámbitos de mayor relevancia para la existencia humana, entre los que se encuentra la educación.

El Académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y arquitecto reconocido en todos los foros internacionales, Alberto Campo Baeza, propone un Manifiesto por la Belleza en el sistema educativo. Sin ella, afirma de manera tan tajante como clara, la vida pierde su valor hasta el punto de no merecer ser vivida. Esto nos plantea el problema de quién tiene posibilidad de acceder a lo bello, ante lo que responde que para todos es accesible este privilegio de maneras muy diversas, en tiempos muy distintos y lugares muy variados. Al mismo tiempo, defiende la capacidad de las Bellas Artes, de la poesía, de la música, de la pintura, de la filosofía, como poseedoras excepcionales de la belleza, de cultivar la inteligencia de los niños y jóvenes, a quienes debemos posibilitar que se entreguen plenamente a esa actividad, cuando escriben un poema, cuando cantan con entusiasmo, cuando dibujan y piensan con las manos, o cuando comprenden una verdad filosófica vinculada intrínsecamente a la belleza.

Por su parte, Rafael Bisquerra y Èlia López-Cassà, de la Universidad de Barcelona, se detienen en la intersección entre inteligencia y emociones. Profundizando en la línea de una larga trayectoria dedicada al estudio de la inteligencia emocional, y tras los primeros apartados centrados en la delimitación conceptual y la distinción de áreas afines, se plantean el lugar de las emociones morales en la educación secundaria, dentro de la educación emocional. Según señalan, estas emociones son aquellas que motivan la acción moral y es precisamente en la adolescencia, debido a la explosión de las emociones en la propia persona y en sus compañeros de edad, cuando reclaman una mayor atención de los educadores para facilitar su correcto desarrollo. Junto a ello, son de especial interés sus consideraciones sobre la dimensión emocional de la educación moral, que dejan atrás el enfoque excesivamente racionalista del siglo xx y dan paso a una nueva perspectiva, en la que los valores sentidos han adquirido un especial protagonismo, al constituir un engranaje que facilita la coherencia entre la conducta y el pensamiento. En la última parte, realizan algunas recomendaciones prácticas que significativamente tienen que ver con el papel de modelo ejercido por el docente en este ámbito, el refuerzo de la empatía especialmente en contextos de especial diversidad, la elevación moral producida por la admiración de actos de alto valor, o la sistematización de este proceso en tres pasos, a saber, la reevaluación, la imaginación y la decisión de seguir comportamientos morales admirables.

David Reyero se adentra en un terreno tan importante y delicado cuanto necesario para una educación integral, como es estudiar la dimensión sexual de la persona. Es encomiable el rigor con el que aborda esta compleja problemática y la profundidad con que evalúa algunas respuestas actuales a este tema, más políticamente correctas que acertadas. Una de sus ideas especialmente interesante es la imposibilidad de realizar una verdadera educación partiendo de las dominantes filosofías de la sospecha y la desconfianza, como es el caso de una cierta pedagogía crítica en el ámbito educativo, que entiende que toda norma no es otra cosa sino un intento ilegítimo de control y dominación externa, cuyo resultado sería necesariamente una relación opresiva, ante la cual solo cabría admirar lo original o señalar errores en cualquier propuesta realizada, sin esperanza alguna de encontrar algo valioso para llevar una vida buena. Además, explica el profesor de la Universidad Complutense, que la carencia de un enfoque teleológico del ser humano, que incluya como es lógico la vida sexual, mueve a los jóvenes a una sexualidad exclusivamente biológica, superficial e instrumentalizadora, que no alcanza a comprender el carácter relacional, comunicativo, reproductor e íntimo de esta dimensión humana. La complejidad del asunto no permite que se aborde desde un punto de vista que cabría denominar puritano, en el sentido de simplista, banal y basado exclusivamente en la abstinencia, ni en el de las consecuencias no deseadas, sino que implica elementos más profundos de la afectividad humana y el significado de la sexualidad, que disciplinas como la psicología evolucionista son incapaces de comprender. Finalmente, el artículo propone tomar como referencia una ética sustantiva que permita a los seres humanos autointerpretarse bajo marcos de referencia que orienten hacia una vida buena y que incorporen un lenguaje con mayor densidad antropológica.

El siguiente artículo se detiene en las aportaciones que la enseñanza del cristianismo puede realizar a la inteligencia, lo que pasa inevitablemente por considerar que seguir a Jesucristo es mucho más que observar un conjunto de normas morales. Desde la Universidad de Navarra, Ramiro Pellitero argumenta la relevancia de las capacidades intelectuales en el conocimiento del bien y de Dios y su necesaria armonía con otras dimensiones de la persona, como la volitiva, la relacional y la trascendental. En este sentido, muestra la necesidad de establecer diálogos entre fe, razón, ética y cultura, como aspectos que no solo se contradicen sino que se retroalimentan: una fe vivida, no individualista, vinculada al amor; una razón ampliada y abierta a toda la realidad y a las grandes preguntas, que no se reduce a lo experimental; una ética capaz de apoyar a la religión en la interpretación adecuada del bien de las personas; y una cultura que hace referencia a la sabiduría de la tradición y de lo comunitario. En la segunda parte del artículo defiende el papel de la teología en el conocimiento transdisciplinar y en la sabiduría práctica, donde destaca su función social, lo que debe ser compatible con una enseñanza religiosa que resulte atractiva por la belleza de sus contenidos, a la vez que clara y adaptada a las circunstancias particulares de los estudiantes.

El artículo de M.ª Rosario González Martín, Gonzalo Jover y Alba Torrego, de la Universidad Complutense de Madrid, analiza el lenguaje como medio de conocimiento y expresión de la realidad y, más concretamente, su transformación debido a la mediación tecnológica en la etapa de la adolescencia y en tres espacios distintos, que van desde el entorno privado del hogar, pasando por la escuela y que alcanzan el espacio público de la ciudad. En la casa, el lenguaje posibilita configurar hábitos y cultivar la interioridad, articulando un lenguaje que habita el hogar y también las redes sociales, compartidas con todos los miembros de la familia, donde los adolescentes se relacionan con los mayores en un espacio en el que se sienten más cómodos, el cual, al mismo tiempo, rejuvenece a los adultos. En la escuela, los autores destacan el aprendizaje de la configuración de un nosotros de mayores dimensiones, donde el joven es uno más, donde aprende el orden, la sistematización, la argumentación y la comunicación. Y en tercer lugar, se destaca la participación en otros foros ajenos a los contextos cercanos, muchos de ellos digitales, que ayudan a dibujar la identidad del adolescente y a fomentar su participación social, a pesar de algunos efectos contradictorios y homogeneizadores de los entornos virtuales.

Por último, la actividad física y su relación con la promoción de la inteligencia son estudiadas por el equipo de la Universidad de Jaén, formado por Alberto Ruiz-Ariza, Sara Suárez-Manzano, Sebastián López-Serrano y Emilio J. Martínez-López. Con un carácter vindicativo y propositivo, este artículo describe diferentes posibilidades didácticas para el desarrollo intelectual mediante el ejercicio físico, que sin duda alguna resultarán de interés para docentes de la educación secundaria. Partiendo de la experiencia peripatética de la escuela aristotélica y de otros grandes filósofos, así como de investigaciones realizadas en las últimas décadas, defienden que el movimiento corporal constituye un estímulo para el ejercicio general de las capacidades intelectuales, como la atención, la concentración, el procesamiento de la información, la memoria, la creatividad y, en definitiva, el aprendizaje, y también de capacidades específicas vinculadas a determinadas materias. Consecuentemente, proponen una visión integral de las clases de educación física, donde prime la transversalidad y la hibridación de contenidos de diferentes asignaturas, más allá de la organización estanca de los contenidos; la promoción de la actividad física previa a la jornada escolar, vinculada al desplazamiento al centro educativo; la transformación de los descansos, con especial atención al recreo, en períodos activos que supongan una relevante disrupción con el sedentarismo de las clases; la propia introducción de actividades físicas en el aula ordinaria, que consideran la expresión corporal como coadyuvante del aprendizaje y contienen un importante poder motivador. Son propuestas de interés que pueden suponer una revisión de los actuales diseños curriculares.

En los albores de convertirnos en una publicación octogenaria, desde la revista española de pedagogía deseamos agradecer sinceramente a todos los autores y evaluadores su participación en este monográfico, pero de una forma especial a aquellos que sin desarrollar habitualmente su docencia e investigación en el ámbito de la pedagogía, han dedicado su tiempo y trabajo a conformar un número multidisciplinar que confiamos resulte de interés para nuestros habituales lectores y para quienes, aun no procediendo del ámbito universitario, se esfuerzan con pasión y entrega cada día por cultivar la inteligencia, conjuntamente con otras dimensiones humanas, de sus alumnos.

José Antonio Ibáñez-Martín

Catedrático. Universidad Internacional de La Rioja

Juan Luis Fuentes

Profesor Contratado Doctor Interino. Universidad Complutense de Madrid

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