Resumen
Cualquier definición coherente de tolerancia asume la realidad de un bien y un mal que son independientes de la voluntad humana. La tolerancia es el juicio honesto, hecho por jueces falibles, de que la supresión de un mal particular dañaría algún bien superior, como la dignidad humana, la libre expresión o la comunidad. Es una virtud personal y pública muy cercana a la prudencia.
La comunidad se define en un sentido mínimo como la creencia compartida en el hecho de la igualdad humana, entendida del siguiente modo: todos los seres humanos, racionales, aunque falibles en diversos grados, son capaces del mismo grado de autoperfección moral. Es decir, la plenitud moral se logra por el compromiso libre de buscar el bien real; quienes al buscarlo diligente y honestamente cometen errores se perfeccionan tanto como cualquier sabio moral. No puede haber auténtica comunidad con -ni tolerancia hacia- quien es considerado inferior en capacidad moral.
En su realidad social (y generalmente en su constitución) el estado pluralista moderno tiene sólo la limitada competencia de identificar las ideas "malas". El consenso público acerca de valores específicos es muy reducido. Pero, por encima de este consenso mínimo -por definición- no hay ideas que susciten la cuestión de la tolerancia. De aquí que la noción de que la sociedad "tolera" las escuelas privadas no tenga sentido. Es, más bien, la moderna escuela estatal la que suscita esta cuestión: su reclutamiento ideológico del pobre y su monopolio sobre los recursos procedentes de los impuestos son males que merecerían ser tolerados sólo si fuesen necesarios para alcanzar algún bien superior.
Tal bien que lo justificara no existe. En consecuencia, mientras que puede ser perfectamente correcto ofertar escuelas estatales para aquellos que libremente las escojan, todas las familias deberían contar con las mismas oportunidades subvencionadas para poder elegir entre aquellas ofertas educativas que cumplan con unos requisitos mínimos establecidos mediante consenso. Semejantes sistemas abiertos se están desarrollando en Europa. Estados Unidos continúa, sin embargo, contradiciendo las exigencias de la tolerancia al no tener en cuenta el hecho del pluralismo, mientras que, por el contrario, se favorece un concreto conjunto de ideas que los profesionales y grupos de presión hacen prevalecer ejerciendo influencia en los foros de decisión. Aunque ninguna de las ideas que son excluidas puede caracterizarse como un mal, quedan eficazmente prohibidas para los hijos de familias pobres y de clase media.
La intolerancia ideológica de la educación estatal americana es una barrera para la comunidad en varios sentidos. Primero, contradice la conciencia compartida de una igualdad humana. Segundo, excepto para los que tienen medios económicos, enseña tanto a niños como a padres que, a partir de la edad de cinco años, la autoridad de la familia pertenece a extraños. Tercero, esta desconfianza con respecto a los ciudadanos comunes actúa como fuente de irradiación de conflicto social entre los grupos vulnerables, obligados a compartir el curriculum que ha sobrevivido al proceso de decisión política. La escuela pública obligatoria, entendida como crisol, fue bien pensada por las clases dirigentes en el siglo XIX para introducir en la comunidad a las clases más bajas. En una sociedad pluralista, su efecto está siendo el contrario.
Citación recomendada | Recommended citation
Coons, J. E.
(1995)
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¿Puede la educación crear comunidad?.
Revista Española de Pedagogía, 53(201).
https://www.revistadepedagogia.org/rep/vol53/iss201/6
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