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Teorizando en Educación: entre erudición, poesía y opinionitis.

Authors

David Reyero

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Prats, E. (2015).
Teorizando en Educación: entre erudición,
poesía y opinionitis.
Barcelona: UOC. 173 pp.

Resumen

Solemos empezar a leer los libros por la página uno y continuar pacientemente por la senda que los autores nos indican sin mayor problema. Hay casos, como cuando los textos son una colección de artículos independientes, en los que es casi indiferente por dónde empezar, pero hay otros casos en los que el autor juega con el lector y propone un orden que casi oculta, o al menos esconde, el sentido último del texto. Este puede ser uno de estos casos, pues parece que el texto tiene sentido porque hay un capítulo tres y que todo el texto es un diálogo y una respuesta a lo planteado en el tercero de los cuatro capítulos que componen esta obra de Prats. Trastocaré el orden del libro para presentarlo empezando por el capítulo tres; luego continuaré por el uno para terminar con el que en nuestra opinión es el mejor de todos, que es el segundo. ,

Vivimos tiempos en los que el pensamiento pedagógico no está de moda, parece incluso más bien que es el objetivo a batir en cualquier tertulia o artículo de opinión. Desde luego para muchos no es un área de conocimiento que haya alcanzado el estatuto de ciencia y es el reino donde viven cómodas las opiniones, pues no tienen un conocimiento científico con el que confrontarse. Pululan así numerosos textos que se dedican a desprestigiar el trabajo de la pedagogía como si fuese pura ideología y fuese imposible hacer ciencia. Como si todo conocimiento estuviese al mismo nivel y resultase imposible establecer una jerarquía objetiva de valor. Este es el problema de base que el autor trata de analizar en el tercer capítulo de este libro. ,

Sucede con las actividades prácticas, y la educación lo es, que siempre hay problemas para encajar la teoría y la práctica. Muchos estudiantes, por ejemplo, acusan a la universidad de falta de formación práctica y exceso de teoría olvidando que toda práctica contiene teoría y que hay dos tipos de personas en relación con este asunto: los que saben qué teoría guía su práctica y quienes no lo saben, pero evidentemente la tienen. Se dibuja así la idea de que las teorías pueden ser explícitas o implícitas y que seguramente todos los que damos clase, en cualquiera de los niveles en los que trabajemos, sobrevivimos con una mezcla de las dos. Como reconoce el autor, todos los que ahora somos profesores hemos sido alumnos y hemos ido adquiriendo de manera inconsciente creencias pedagógicas que permanecen ocultas incluso para nosotros mismos. ,

Este creer que podemos enseñar sin tener teoría educativa provoca un cierto desprecio a este mundo que no sirve para explicar lo que debo hacer y que puede, incluso, conducirnos a la confusión. Es posible, para los que así piensan, enseñar sin teoría pedagógica, pues solo la práctica docente y el conocimiento de la materia bastarían para enseñar. ,

Pero eso no es cierto; las teorías, como antes dijimos, siempre existen, solo que no suelen ser explicitadas. Es precisamente el carácter de fuente de ideas implícitas sobre la educación el que Enric reconoce en la actual literatura antipedagógica: «no se trata de anatematizar estos libros, sino de saber recoger precisamente algunas de sus tesis principales y observar cómo desde la Pedagogía, ahora en mayúsculas, estamos intentando, hace ya algunas décadas, romper con discursos simples que reducen la realidad a categorías poco digeribles» (p. 147). En efecto, la lectura de estos textos nos puede permitir redescubrir o afrontar aquellos problemas prácticos con los que lidia la profesión docente, haciéndolo ahora desde una teoría sistemática y no desde la opinionitis. Pero es que, además, estos libros de antipedagogía muestran sin querer la realidad de un conocimiento que no es el de las disciplinas sino el de su enseñanza, asuntos que, como siempre hemos sabido en pedagogía, son distintos. Sin embargo, ese no es su único valor, hay más, pero para descubrir ese algo más hubiera sido deseable una disección más precisa y rigurosa de las tripas de esos manuales de antipedagogía, mostrando así que no solo tienen valor por su explicitación de lo implícito sino también porque los hay de diferente nivel y porque algunos pueden acertar en algunos diagnósticos. El tratamiento general de los mismos que se hace en el texto nos impide distinguir el grano, que lo hay, de la paja, que también abunda. Por utilizar la terminología filosófica, en la actual literatura antipedagógica no solo hay doxa sino también endoxa. Ciertamente muchos de esos libros son reactivos, respiran un aire de «trinchera» y se escriben «desde la trinchera», y ese origen lastra mucho sus posibilidades y su valor, pero no podemos dejar de reconocer en ellos reflexiones valiosas e incluso brillantes en algunos casos. ,

Frente al capítulo tres sitúa Enric Prats otros dos capítulos. Uno, el primero, dedicado a repasar los paradigmas tradicionales desde los que teorizar sobre la educación. Un capítulo interesante para quien quiera informarse de las principales escuelas de teoría educativa vistas sobre todo a través de los ojos de teóricos catalanes pero más prescindible para los expertos en el campo. Hubiera ganado el capítulo situándolo después del tercero, dedicado a las pedagogías amarillas, las ideas pedagógicas implícitas y la opinionitis, pues hubiese obligado al autor a escribirlo de otra manera actualizando, de manera forzosa, el interesante patrimonio de la teoría de la educación. ,

El último de los capítulos de los que damos cuenta es el segundo, titulado «La mirada poética: cuando la ficción teoriza sobre educación». Es para nosotros la parte más interesante del libro, por varios motivos. Primero porque establece una relación que, aunque no es nueva, sigue siendo fructífera entre ficción y teoría. La ficción, cuando es buena, nos permite resaltar la complejidad de los fenómenos educativos y brinda al análisis teórico enormes posibilidades. Enric Prats analiza en este capítulo tres obras y lo hace armado con una cuarta que sirve como una especie de llave interpretativa que permite extraer conocimiento pedagógico de obras que no son estrictamente de pedagogía. Las tres obras que utiliza/analiza el autor son: El profesor de Charlote Brontë (1857), Me casé con un comunista de Philip Roth (1998) y Wilt de Tom Sharpe (1976), y como llave interpretativa la autobiográfica obra de Pennac Mal de escuela (2007). ,

A través del recorrido por las distintas páginas de los libros formamos la mirada sobre los problemas clásicos de la relación educativa, la burocracia escolar, el papel de las disciplinas académicas, el idealismo del profesor, la realidad hipercompleja de las aulas, los escolares, la adolescencia, la autoridad y tantos temas clásicos de la reflexión teórica de la educación. Un capítulo escrito desde una buena selección de textos. ,

Termina el libro con un cuarto capítulo que es más bien un epílogo que reivindica la necesidad de la teoría educativa, pues «sin educación no hay humanización» (p. 168).
David Reyero

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