Ignacio Quintanilla Navarro. In memoriam

El pasado martes 13 de junio de este 2023 fue un día triste, muy triste. Se nos llevó tempranamente a nuestro querido compañero y amigo Ignacio Quintanilla Navarro. A Ignacio le podemos conocer por muchas de sus facetas: filósofo de la naturaleza, filósofo de la tecnología, educador, director de instituto en un centro de difícil desempeño, Profesor en el Departamento de Estudios Educativos, en la Unidad de Teoría e Historia de la Educación… pero lo fundamental es que le conocimos como sugerente y gran conversador, amigo probado y, más sencillamente, muy buena gente. En cuanto las diferentes personas de los diversos contextos conocen su fallecimiento los comentarios son unánimes: palabras sentidas de afecto y aprecio, de admiración y sentimiento de pérdida por su ausencia. Sí, hay personas que se disfrutan y se hacen querer especialmente.

Ignacio realizó sus estudios de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, donde se doctoró con la tesis titulada «Materia y sentido en George Berkeley», dirigida por Sergio Rábade, defendida en 1991. También trabajó especialmente a Leibniz y a muchos otros autores desde uno de los temas que más le apasionaba, la filosofía de la tecnología, sobre la que ha escrito tanto individualmente como en fructuosa coautoría con Gonzalo Génova. A Ignacio, como a pocos filósofos, le gustaba compartir autoría. Parte de su sello personal era compartir y debatir ideas, dialogar, por dos razones que creo que eran fundamentales para él y las dos son caras de una misma moneda: la búsqueda compartida de la verdad y el disfrute del debate de fondo con el amigo. Para Ignacio, escribir conjuntamente era un verdadero acto de amor. A algunos nos quedaron muchos temas por escribir con él. Proyectos que surgían y que dejábamos para cuando tuviéramos tiempo y lo urgente del trabajo nos urgiera menos. Por suerte y por amor, no se quedó sin realizar su último libro: Los cien ecologismos. Este, creo, sería el único libro que él no se habría perdonado dejar inacabado. Profundo, sistemático, abierto, flexible, claro, como era Ignacio, es un texto traído al mundo con Pilar Andrade Boué; un texto de larga trayectoria, elaborado para comprender con ella y compartir con ella, y para que lo disfrutáramos los demás.

Ignacio era comprometido, dedicado, lúcido y cordial. Buen profesor e investigador se perdió la Facultad de Filosofía de la UCM, ella sabrá, lo ganamos para la educación en todos los sentidos. Corazón dispuesto, siempre abierto a una agradable conversación, apreciado por sus alumnos, en más de una ocasión fue elegido para el discurso de graduación tanto en el instituto como en la universidad.

A Ignacio le podrías encontrar implicado en casi cualquier cosa siempre que fuera buena o que él la mirara con buenos ojos; porque eso hacía él mucho, mirar con buenos ojos. Nos honró con su amistad y compartiendo su pluma, algo precipitada al deslizarse, más por la agilidad y brillantez de pensamiento que por falta de otra cosa. Su amplitud de intereses no era fruto de la dispersión o superficialidad, sino de la anchura y profundidad de su corazón. Lo más notable para destacar de su amistad era la no pretensión de coincidir en todo para regalártela; ahora sí, la honestidad y franqueza eran fundamentales; aunque en determinados puntos la entendiéramos de diferente manera, no había duda de que él se ponía en juego verdaderamente al comunicarse. Los largos paseos por la Sierra del Guadarrama nos unían en conversación profunda, dispersa en algún momento e incisiva en otros, pero siempre gentil. Se nos vino aquí, a Torrelodones, a despedirse. Así cada mañana podíamos compartir cómo asomaba o se escondía entre nubes el sol, aunque a él no le pudiéramos ver.

Ignacio fue director del Instituto Infanta Elena de Galapagar. Dejó ahí mucho de sí mismo, se desvelaba por los chicos y los compañeros, y en sus conversaciones compartía esos desvelos. Disfrutó muy especialmente de ser profesor del Departamento de Estudios Educativos de la Universidad Complutense. Desde aquí comenzó a filosofar sobre teoría de la educación; asistió a varios Seminarios Interuniversitarios de Teoría de la Educación, asistía algo perplejo; tantas veces había sido crítico como filósofo, psicólogo y director de instituto, y ahora se encontraba en la cocina de la teoría de la educación. Lo disfrutó muy especialmente, al igual que toda su docencia en la Facultad de Educación. Estaba orgulloso de ser miembro de nuestro Grupo de Investigación, Cultura Cívica y Políticas Educativas, y lo demostraba compartiendo momentos y lecturas con las personas que realizaban con nosotros la tesis; me arriesgaría a decir que prácticamente todas incluyeron algún libro en su tesis después de una conversación con él. En sus últimas biografías, antes de terminar el libro con Pilar, le gustaba destacar entre sus publicaciones: Techné. La filosofía y el sentido de la Técnica (2012), Ortega y la Técnica (Co. Ed.) (2015), George Berkeley (2016), Are human beings humean robots? (2017) y Discovering the Principle of Finality in Computational Machines (2018).

Le fascinaba desde hacía más de treinta años investigar sobre el impacto de la tecnología en nuestras escuelas, ideas y argumentaciones, y las investigaciones de nuestro grupo encajaban bien con esa inquietud. Le gustaba llevarlas a sus aulas y así lo hizo: AntigonaTic, Tecnocivic y Critired pasaron por las aulas del IES Infanta Elena y el IES Juan de Herrera, incluso por algún que otro colegio en Inglaterra con el que tenían intercambios.

Quisiera finalmente compartir algunas de sus ideas. Ignacio destacaba la importancia de la atención y la honestidad como las virtudes intelectuales fundamentales al alcance de todos, entendiendo cómo la maestría en el manejo de la atención es fundamental en toda forma de inteligencia y la honestidad nos permite no precipitarnos en aseverar una verdad.

Como Simone Weil, entendía que todo acto de atención intensa y profunda era la forma suprema de oración del espíritu y, para él, de adecuado ejercicio de la racionalidad.

Termino con unas palabras entresacadas de un artículo suyo publicado hace muy pocas semanas en el periódico El Mundo (27 de abril de 2023), que es quizás de los regalos más propios de Ignacio y que compartíamos honda y sinceramente: «En realidad se trata de la prueba del algodón en la inteligencia democrática de una nación. La interiorización masiva y sincera de que alguien bueno, inteligente e informado puede votar a un partido adversario del nuestro es el fundamento de la alfabetización democrática y mide muy bien la sabiduría colectiva de una sociedad. Un centro educativo que convence masivamente a sus alumnos de esta realidad es un centro educativo excelente; un centro educativo que refuerza su rechazo es un mal centro educativo. Y lo mismo vale para cada docente de manera individual».

Querido Ignacio, siempre contigo: «Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando» (R. Tagore).

 

María del Rosario González Martín

Universidad Complutense de Madrid